La Mascaron y El Gallo de Oro

Leyendas de Cordoba

LA ESQUINA DE LA MASCARON Y EL GALLO DE ORO : Vivía en otros tiempos en la villa de Córdoba un acaudalado señor llamado Don Ladrón de Clavijo y Mauleón, familiar quizá de aquel otro digno hidalgo, que desempeño la Alcaldía Mayor del real lugar allá por el año de 1640 y cuyo nombre y apellidos se escribieron: Don Ladrón de Peralta y Mauleón.

De noble abolengo heredo el Clavijo junto con los títulos y la residencia de sus mayores tantos pesados doblones, que muy sobrado de ellos, después de haber hecho varios legados y caridades, decidió para su seguridad, enterrar el resto de su fortuna en los terrenos de la casa que en aquellas épocas lindaban con los caminos de herradura.

Con pretexto cualquiera, mando el caballero a fabricar bajo el escalón de la puerta que daba entrada a los traspatios una bóveda donde poco apoco fue enterrando sus tesoros.

Dice la fábula que aquel lugar era precisamente el corral de la casa donde había un gallo madrugador único testigo del escondite, ya que su dueño aprovechaba las horas del alba en que creía que todo el mundo dormía, para enterrar las botijas llenas de oro.

Se desconoce la causa, pero el hidalgo paso a mejor vida sin haber tenido tiempo de revelar su secreto, y la enorme mansión lujosamente amueblada fue repartida entre los dos únicos parientes lejanos que había, quienes quedaron muy satisfechos con la herencia pensando que su noble deudo se habría gastado las onzas de oro en aquellos legados y caridades.

Cada uno con su parte empezaron a hacer reformas en la casa que pusieron en venta, decidiendo entre otras muchas cosas deshacerse de los animales que le estorbaban, y después de malbaratar galgos y podencos, le ordenaron al sirviente que matara al viejo gallo que vivía solo en el fondo del traspatio.

El muchacho se compadeció del pobre animal, lo puso sobre el escalón de la añosa puerta y lo tapo con un canasto, yendo a decir a los amos que sus ordenes estaban cumplidas.

Cuentan las consejas que aquella misma noche, cuando el compadecido mozo fue por el gallo para llevarlo al corral de su pobre casa, el animal canto dos veces con voz humana diciendo:...”Debajo de este viejo escalón, enterró sus doblones Don Ladrón de Clavijo y Mauleón”...

Dueño del secreto el sirviente saco las botijas repletas de oro y con el tiempo compro la mitad de la casa mandando a poner en la parte de afuera la figura de un gallo que narran los relatos antiguos que estaba vaciado de oro.

A los pocos años, en la contra esquina un misterioso y acaudalado señor que vino a la Villa de Córdoba, construyo otra casona adornado sus paredes con una extraña mascara, y el lugar fue empezó a ser conocido en el poblado como la encrucijada del Mascaron y El Gallo de Oro. Las leyendas aseguran que por las noches las dos figura hablan narrando viejas historias de la Villa de Córdoba.

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